MI PRIMERA EXPERIENCIA EN UN CLUB SWINGER

Nota: nombres y detalles obviamente no serán revelados, pues son estrictamente personales y no guardan relación ni son relevantes para la historia.

No es extraño para mi, y sé que a muchos colegas también les sucede, que cuando conozco a alguien que pregunta sobre mi trabajo, veo ese típico gesto en señal de morbo, intriga o no se qué. Algo así como un «Ahhhh…», levantando una ceja, girando levemente la cabeza o haciendo una leve sonrisa a labios juntos.

Quizás sea el tabú que esconden las palabras con las cuales trabajo y me desenvuelvo a diario: sexualidad, sexo, erótico, pene, orgasmo, vagina, vulva, anal, etc., y todo ese juicio que muy a mi pesar cargan a menudo consigo, que genera una curiosidad y por qué no decirlo, una fantasía también para quien mira desde afuera mi profesión.

En este largo y apasionante camino de la Sexología, que espero no cansarme jamás de recorrer y descubrir, me acarreo a mi misma, como persona, como mujer y como ser sexual. Y es así como cada una de mis experiencias profesionales también van marcando de alguna manera mi propia historia.
Es aquí donde muchos nos preguntamos si para ser un buen sexólogo se debe vivir y experienciar «de todo». Me parece que ante esto no hay respuestas correctas ni incorrectas, sino formas personales del cómo recorrer este camino. Lo que si puedo afirmar a ciencia cierta, es que para ser una mejor sexóloga me he propuesto destrabar conscientemente mis limitaciones personales o creencias que conserven alguna carga erotofóbica (actitudes negativas ante lo relacionado con la sexualidad, sexo y erótica), y tender a una visión lo más erotofílica posible de la sexualidad (actitudes positivas hacia todo lo relacionado con la sexualidad, erótica y sexo).

Así fue, como siendo una persona curiosa por naturaleza, y obviamente también en relación a las sexualidades, me dispuse a esta aventura, aventada e invitada por un grupo de amigos, también sexólogos, en mi reciente estadía en la ciudad de Barcelona.

Para empezar, iba preparada y entregada al tour «off road» de mis amigos y colegas locales, esmerados en cuidarme y mostrarme estos circuitos turísticos «no convencionales» en una ciudad además conocida por su apertura y múltiples opciones de entretención para adultos. Con mucha curiosidad, pero además sin haber estado antes en un club swinger, quizás por falta de oportunidad o por los prejuicios sociales que pudiera acarrear, independientes de la sexología, me inundaba una mezcla de ansiedad y morbo frente a lo desconocido, pero motivada a la vez por la certeza de encontrarme segura en un círculo de absoluta confianza y camaradería.

¿Códigos de vestuario? ¿Alguna norma especial de ingreso? Existen algunos clubes muy top en que se exige un «dress code» acorde a la situación. Fiestas swingers en que la curiosidad y el juego de seducción son los invitados de honor. En este caso, día jueves, en un barrio residencial de Barna, fue lago más relajado. No era una fiesta temática sino un día cualquiera, algo así como un «after office» alternativo.

De todos modos, los cuatro muy guapos, hay que decirlo, nos pasamos desapercibidos: mi amigo de traje, camisa cuello abierto, mis amigas de vestido negro mini y yo con mis clásicos y apañadores pantalones skiny de cuero negro, top negro y tacones. Aunque lejos lo mejor era nuestra actitud segura y relajada, disfrutando mucho de esta aventura cómplice.

Existen normas de acceso, en parejas. Entramos mi amigo y yo como pareja y mis amigas también. Era indiferente en todo caso, fue al azar, pues no preguntan tu orientación sexual al ingreso. Luego me enteré que también se permite la entrada de hombres o mujeres solos, que se sientan en la barra, pudiendo observar e invitados a participar como un tercero en un trío, por ejemplo.

Hasta aquí nada nuevo. La verdad es que además de tener un acceso muy discreto, que nos costó un buen rato encontrar, en el resto no difiere de muchos clubes nocturnos con una luz ambiente tenue, una barra, música y una pequeña tarima en un costado con un caño.
Inmediatamente ingresados nos identificaron como pareja, y ya sentados en la barra tomando un coctel de bienvenida, empiezo a sentir el escaneo visual de los demás, todos hombres, que en ese momento se encontraban ahí. Nos saludamos todos cordialmente y decidimos seguir avanzando hacia adentro para conocer los demás ambientes del club.

Llegamos a una zona de estar, con largos sillones dispuestos por los costados, música y monitores de TV que exhibían videos porno.
Hasta aquí todo muy «retro», que para ser sincera, no me excitaba nada. Nuestras miradas lo decían todo: «esto no mola», como dicen mis amigos. Aun así, decidimos pasarla bien, pues estábamos los cuatro disfrutando momentos y un trago en Barcelona.

Avanzamos un poquito más y llegamos a un cuarto separado por una pequeña mampara, y al cruzarla: oscuridad absoluta. Este lugar invita a un nuevo juego, ideal para los más tímidos. Aquí adentro puede pasar de todo sin ver nada: se puede tocar, besar, rozar, o lo que sea y con quien o quienes sea, sin las limitaciones del escrutinio visual; dando rienda suelta a los demás sentidos. Inquietante entrada al juego y a la fantasía, que me recordó el juego del «cuarto oscuro» de niña.

En otro espacio contiguo y abierto, una cama lista y dispuesta para ocupar, a vista de todos, y otra más, un poco más «privada» donde igualmente podíamos observar a una pareja teniendo sexo. Esta es otra fantasía recurrente, el observar o ser observado.
También en esta zona encontramos camerinos y casilleros, donde se pueden dejar artículos personales y la ropa si tu quieres, por ejemplo, transitar sólo en ropa interior, además de toallas y ducha.
Tres hombres nos habían seguido hasta aquí, intentando ligar con nosotras, nos dicen que vienen de Portugal, pero bastó una pequeña señal nuestra, amable pero sin interés, para que se dieran cuenta que no eran bienvenidos en nuestro grupo. Se alejan sin lograr su objetivo.

A estas alturas, además de estar muy cansados por el trabajo del día, el ambiente no estaba muy ameno, hay que decirlo. A si es que nos entretuvimos viendo el porno en los monitores y riendo de unas escenas muy «vintage». Sin lugar a dudas, lo mejor de la noche, cuyos detalles me reservo, jajajaja.
Decidimos bajar a explorar un ambiente subte, algo así como una escalera bien oscura, sólo iluminada por un destello de luz roja. «Este es el camino hacia el infierno» dijimos riendo a carcajadas. Ya abajo encontramos un lugar mucho mas intimo acomodado para ligar en grupo, con una gran cama circular.
Sin darnos cuenta uno de los hombres de la barra, alto y bastante guapo, nos había seguido. Preguntó muy cordialmente si podía entrar y estar con nosotros. Le dijimos que sí. Conversamos algunos minutos, nos pregunta cómo llegamos ahí, si éramos de Barcelona y si era nuestra primera vez o no. También nos cuenta que solía ir con su novia, que lo había dejado y era primera vez que iba solo.

A estas horas, ya sabiendo que éramos sexólogos, esto corría peligro de transformarse extrañamente en una especie de sesión terapéutica.
Luego de unos momentos decidimos despedirnos. Él tenía intenciones que una amiga y yo nos quedáramos con él. Mi amiga se disculpa por tener que trabajar muy temprano, pero generosamente «me da el pase» por si yo decidía quedarme. Aquí nadie obliga ni decide por nadie, esa es una máxima.

El hombre no quiere creer que nos vamos, e insiste un par de veces para que me quede al menos yo. Luego, con algo de desilusión pero muy gentil, el galán me acompaña a la puerta, se despide de un beso cortés en la mejilla y mis amigos y yo salimos del lugar.
El anfitrión del club me pregunta si todo había estado bien para mí. Quería cerciorarse de no haber sido incomodada o molestada. Me di cuenta que estaba pendiente que se respetaran estrictamente las normas dentro del local.

Finalmente, lo que rescato de esta experiencia bastante convencional en muchos sentidos es la gran diferencia con otros clubes nocturnos como pubs, bares o discotecas, y es que me sentí mucho menos intimidada y acosada. Toda interacción de cortejo y seducción se maneja en un estricto rango de consentimiento y respeto mutuo, cosa que a menudo no sucede en los ambientes tradicionales en que especialmente las mujeres nos vemos expuestas a situaciones de acoso.
Sin duda quedamos con gusto a poco, agendando una cita para un nuevo club.
Esta historia continuará…